“El
independentismo catalán: Secesión en época de recesión”
Hace algunos años, vi en la
televisión pública española a un político catalán cuyas declaraciones calaron
hondo y quedaron grabadas para siempre en mi memoria . Estas afirmaciones
tuvieron una repercusión mediática considerable y causaron gran revuelo en la
opinión pública.
Nuestro personaje se plantó con
un tono burlesco y extravagante en plató, impidiendo por todos los medios que
los asistentes del público pudieran llamarle por su nombre en castellano. Según
él, “Jose Luís” no es un nombre con el que se identificara al no sentirse español. El político en
cuestión fue vicepresidente de la Generalitat de Cataluña durante muchos años y en
la actualidad, para suerte de todos, está más perdido que “calzón en luna de
miel”.
Recuerdo que fue una época
convulsa; fueron los años de la concepción, elaboración y negociación del
Estatut, de su posterior aprobación de manera legítima y de la consiguiente
sentencia negativa del Tribunal Constitucional. Es cierto que, a raíz de esta
sentencia, el pueblo catalán se sintió profundamente engañado y todo ello
generó un sentimiento de menosprecio considerable hacia el pueblo español y sus
órganos institucionales.
Los tiempos actuales no son
menos convulsos. Vivimos en una época de ruptura no sólo de la cohesión social
sino también de cohesión territorial motivadas por las amenazas soberanistas de
Cataluña, o mejor dicho, de su presidente.
A los nacionalismos siempre los
hemos tenido presentes; suelen ser un tema recurrente para alcanzar el éxito
electoral cuando los continuos hachazos a los ciudadanos constituyen la base de
su propio desgaste. En estos días estamos conociendo datos alarmantes, uno de
los más preocupantes y que más me ha llamado la atención es el dato demoledor de
que el treinta por ciento de los catalanes viven en la pobreza o en riesgo de
exclusión social. Este dato parece importarle poco o nada a esta secta de los
nacionalistas excluyentes cuyas motivaciones parecen completamente diferentes a
las de los ciudadanos de a pié.
La pregunta es ésta: ¿estará ese
tanto por ciento de ciudadanos pobres (más de una cuarta parte de la población)
para batallitas independentistas? ¿O la única batalla que les preocupa en estos
momentos es luchar para intentar comer al día siguiente? Hemos llegado a una
situación absurda, en la que podemos ver por un lado cómo Cataluña esconde la
mano, pero la deja al mismo tiempo bien abierta pidiendo un rescate al Gobierno
central de casi setecientos millones de euros, y observamos cómo con la otra
tira una enorme piedra a los ojos de todos los españolitos con gestos tan
maleantes como el que acaba de hacer su máximo representante institucional,
negándose a asistir a la conmemoración de nuestro Día de la Hispanidad.
Este debate absurdo de la
secesión en medio de la recesión lo tenemos sobre la mesa. Todos sabemos que la
secesión unilateral no es la cuestión que se planteará en el referéndum en
Escocia, ni en la ley de claridad de Canadá del año 2000, ni lo acepta la Unión Europea , ni
tiene lógica democrática. La cuestión es: ¿El tema hubiera tenido tanta
trascendencia si hubiese sido otra comunidad, como por ejemplo la gallega, la
que lo planteara? Estoy convencido de que la respuesta sería claramente negativa.
El nacionalismo catalán ha sido
ciego ante la realidad no sólo española sino también de su propio pueblo.
¿Acaso no son conscientes que la
Cataluña del siglo XXI no ha podido ser la Cataluña que es si no fuera
por la cantidad de ciudadanos que emigraron para poder construirla en el siglo
XX y que hoy se sienten cautivos de una encrucijada tramposa? Porque claro, eso
de querer actuar con los demás de la misma forma que quisiéramos que los demás
actuaran nosotros no va mucho con los genes del nacionalismo. A la vista está
la posición que mantienen frente al problema identitario que existe en una pequeña
comarca de su “país”. Me refiero al Valle de Arán, comarca catalana situada en
los Pirineos centrales entre Lleida y Francia que lleva décadas reivindicando
un pacto de libre unión de este valle con Cataluña, pues se sienten distintos a
los catalanes. ¿Qué tiene que decir ante esto el “rey Artur”?
Ante este problema, los
ciudadanos españoles que apostamos por la Constitución y el poder de la ley debemos actuar con lo
que han carecido siempre los nacionalistas, es decir, con racionalidad y con sentido
de estado. La solución al nacionalismo catalán no es más nacionalismo español;
eso supondría seguir echando gasolina al fuego como ha hecho nuestro célebre
ministro de educación, afirmando querer “españolizar a los alumnos catalanes”. Ante
eso debemos situarnos al margen, debemos construir puentes de acuerdo y
encontrar vías intermedias para no acabar entrando en este juego macabro. Sería un craso error por
nuestra parte.
Enrique
Castaño Romero de la Osa
Octubre
2012.
* COMUNICADO SOBRE ESTA NUEVA SECCIÓN, LA OPINIÓN DE ENRIQUE AQUÍ:
No puedo estar más de acuerdo. ¿Por qué ahora? ¿Tal vez para ocultar la incompetencia de un gobierno que desde que llegó al poder lo único que ha hecho ha sido recortar y recortar en derechos y prestaciones, cerrando centros de salud, cobrando por camas hospitalarias, quitando prestaciones a pensionistas durante el tiempo que están siendo hospitalizados....
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